El gran reto que enfrentan las organizaciones de hoy consiste en mantenerse competitivas y vigentes en medio de entornos cada vez más inciertos y dinámicos. Con la crisis actual generada por la pandemia del COVID-19, la velocidad del cambio ha tomado una nueva perspectiva, probando tenazmente la capacidad de sostenimiento de las empresas, teniendo que adaptarse a la fuerza a nuevas reglas del juego que nadie podría haber anticipado, bueno para ser justos solo Bill Gates, aunque esa es otra liga.

Esta abrupta situación está imponiendo cambios en el escenario económico, social, político, y tecnológico, con la fuerza suficiente para modificar nuestros estilos de vida y prioridades; creando restricciones, nuevas necesidades en los clientes o usuarios y rediseñando los mercados a partir de las ruinas de empresas que no podrán adaptarse a esta nueva realidad e impulsando el surgimiento de nuevos competidores que, armados de modelos de negocio retadores buscarán sustituir a la oferta que pensábamos establecida.

Esta presión que experimentan las organizaciones por seguir el ritmo frenético del cambio nos plantea enormes desafíos, siendo indispensable el desarrollo de nuevas capacidades que nos permitan interpretar y reaccionar ágilmente a este nuevo panorama, sorteando las amenazas y capitalizando las oportunidades. Es en este complejo diagnostico donde la innovación se ratifica y retumba como la solución. Claro, todas las empresas y sectores son únicos y como en todas las crisis siempre hay ganadores y perdedores, lo que nos puede sugerir que el esfuerzo de innovación no es necesario para todos. Sin embargo, el efecto de esta crisis es tan generalizado y abrumador que bien harían todas las empresas en revalidar al menos sus propuestas de valor, qué tanto se adhiere a esta nueva realidad, y qué nuevos jugadores están entrando a competir.

Pareciera que todo alrededor de la innovación es excelente, importante y hasta indispensable para las empresas, es tan recomendable como el Omega3, el ajo o la higiene del sueño; pero cómo no serlo, según la OCDE es uno de los factores fundamentales para el desarrollo económico y bienestar social de un país. El problema con la innovación es que mucho se habla de sus bondades y su importancia, pero en nuestro terreno empresarial colombiano muy poco se sabe sobre ¿Qué realmente es la innovación? ¿cómo se puede hacer?, ¿por dónde empezar? y ¿qué necesito para desarrollarlo?, preguntas muchas veces sin respuesta clara, que nos deja el concepto de innovación relegado a un sinónimo de creatividad, inventos, ideas, o una falsa percepción de que son procesos costosos o exclusivos para el escenario tecnológico, siendo algunas veces un término de moda utilizado indiscriminadamente en el ámbito empresarial, sin realmente incorporarlo como estrategia de la organización, similar a otros más como propuesta de valor, stakeholders, economía naranja o sostenibilidad.

En Doinn iniciamos una serie de contenidos que busca compartir nuestra experiencia y conocimiento en aspectos clave de la innovación, cómo adoptar esta estrategia de forma continua en la organización, herramientas y tips que te permitirán abordar proyectos de innovación capaces de desarrollar verdaderos factores de diferenciación, sostenibles en el tiempo. En esta primera entrega despejemos las dudas sobre que es innovación y la innovación sistemática. Te parecerá demasiado teórico esta primera entrega, sin embargo, los mitos abundan en cuanto a innovación y pensamos que si nos interesa trabajar en innovación es fundamental clarificar de entrada el concepto, para así iniciar con pie derecho su implementación en nuestras organizaciones.

Primero reconozcamos que la innovación no es un tema de la última década, realmente es casi una condición inherente a nuestra humanidad, que siempre ha buscado mayor sensación de felicidad, bienestar y superación, en resumen, desarrollo o progreso. Fue hasta la revolución industrial que Joseph Schumpeter, introdujo este concepto para explicar uno de los factores fundamentales desde donde proviene el desarrollo económico y de cierta forma el sistema capitalista. Hasta aquí la reseña histórica del concepto, ahora bien, una de las definiciones más comúnmente utilizadas para innovación es la ofrecida por la OCDE en el Manual de Oslo, que ha servido para homologar el concepto. La definición la compartimos a continuación: